Acabo de llegar del teatro. Últimamente voy poco, pero actuaba Rafael Álvarez “El Brujo” en el Olympia de Valencia, y no he podido vencer la tentación.
No se si las actuaciones del Brujo se pueden denominar teatro, es un actor que va mas allá. Lo he visto en dos ocasiones además de hoy. La primera vez, hace ya mucho tiempo y no recuerdo el nombre de la obra, la segunda en una adaptación en forma de monólogo del Lazarillo de Tormes. En las dos me impactó profundamente y sobre todo, me dejó una de esas impresiones que perduran en el tiempo, especial, como agarrada al corazón.
Es un actor sumamente singular, único. No es un artista para tener un papel mas en una obra cualquiera, aunque sea protagonista. El solo, llena el escenario, eclipsa todo lo demás que hay sobre la tarima, incluso los decorados parecen desaparecer absorbidos por su personalidad. Controla al público como si lo hipnotizara, lo mete en la obra como si formara parte de ella, lo traslada en el tiempo y el espacio. Dos horas con el parecen solo unos minutos.
Lo mismo, por lo que he dicho, os da la impresión de que me gusta este hombre, nada mas lejos de la realidad. ¡Me encanta!
Desde luego, la función de hoy no creo que se pueda llamar teatro, al menos, no solo teatro. Casi se la podría llamar “clase magistral” si en las universidades se dieran clases así de divertidas. Tal vez “Reflexión dramatizada” fuera un buen nombre también. El título es “Mujeres de Shakespeare” pero es engañoso, aunque hable de ellas también. Una reflexión sumamente documentada, salpicada de bromas y referencias a la actual situación económica y política española, sobre la condición de la mujer, el amor, Shakespeare, el teatro y la relación entre todo ello. Ya se que parece raro juntar todo esto, pero El Brujo hace magia
Si tenéis oportunidad de verlo, no es un gasto… es una inversión.
No olvidéis decirle al Brujo que os he mandado yo, que si no, luego no me da la comisión