Metáfora del P2P: multiplicando panes
Hace unos 2000 años, en alguna zona de Palestina, había un panadero que hacía unos panes muy especiales: se multiplicaban fácilmente e indefinidamente. A priori parece que eso acabaría con el hambre en el mundo: todos accederían gratuitamente a esos panes, los multiplicarían y los repartirían con familiares y amigos.
Sin embargo, este panadero formaba parte de una panadería que prefería forrarse con esa forma tan fácil de vender pan: hacías uno, y el resto derivaban de él. Por eso, la panadería proveyó al panadero las mejores materias primas, las mejores herramientas y los mejores hornos, invirtiendo grandes sumas de sestercios, y así, el virtuoso panadero consiguió hacer un pan sorprendente, una obra de arte.
La panadería vendía los panes a unos precios bastante altos; y aunque mucha gente los compraba, porque les encantaba ese pan, otros muchos no podían acceder a ese pan que tan barato le salía a la empresa a largo plazo: aunque la inversión inicial había sido considerable, hecho un pan, hechos todos.
A pesar del gran mérito que suponía para el panadero hacer semejante pan, sólo una pequeña parte de las ganancias iban a parar a él: la mayoría se lo quedaban editores, gestores e intermediarios en general. Así, muchos se forraban a costa de la obra del panadero, mucho más de lo que él ganaba.
Muchos otros panaderos empezaron a hacer sus propios panes diferentes para la panadería, algunos mejores y otros peores, pero todos ellos tenían la propiedad de ser multiplicables indefinidamente.
Sin embargo, alguien del pueblo descubrió la fórmula para multiplicar el pan él mismo; y llenó una canasta entera de pan multiplicado. Luego fue a la plaza del pueblo y la dejó allí, para que quien quisiera pudiera llevarse pan y volver a multiplicarlo.
Pronto, la plaza se convirtió en todo un fenómeno: se había llenado de canastas de pan de multitud de clases, y la gente iba a la plaza, cogía todos los panes que quisiera y dejaba los suyos. Por supuesto, esto no le hizo ninguna gracia a la panadería, que vio cómo se les fastidiaba el chiringuito y cómo la gran ventaja de que, por su naturaleza, el pan fuera multiplicable, se volvía contra ella. Así que inició una campaña contra los que compartían panes, llamándoles piratas, ladrones, pendejos plazatrónicos y cosas peores; y utilizaron su influencia en el gobierno romano de por allí (claro, a los romanos le interesaba más cobrar los impuestos por cada pan vendido) para que hostigasen a los piratas panarios diciéndoles eso: que había que comprar panes y no bajárselos de la plaza (que estaba en lo alto de la colina del pueblo) para que el mundo del pan avanzase, que no quedarían panaderos para hacer panes nuevos, que la ley actúa, y esas cosas.
Sin embargo, a la panadería no parecía irle mal del todo: el pan estaba en todo su apogeo, todo el mundo quería pan, y la gente que no sabía cómo funcionaba eso de la plaza seguía comprando en la panadería. Además, los panaderos, verdaderos creadores de tales panes, organizaban grandes festivales donde confeccionaban panes en directo, mucho más buenos; y la gente acudía en masa, ya que conocían sus panes de haberlos bajado de la plaza.
No se sabe muy bien cómo acabó todo aquél problema; sin embargo, parece lógico y natural que los que comparten panes en la plaza acabaron ganando la partida, la panadería se quedó sin su desfasado y aprovechado modelo de negocio y todo el dinero de sus obras fueron a parar a los panaderos, a través de los festivales y demás actividades.
(encontrado en
Progmaq)