Hoy, leyendo sobre Sampedro, he visto una frase suya que me ha hecho gracia.
“En la posguerra… tenía la sensación de que tanto los fascistas como los comunistas me consideraban fusilable”
Es curioso la de veces que me he sentido así. Si estoy en una tertulia con gente de izquierdas, me suelen acabar tachando de facha. Si en la reunión predominan las derechas, me llaman rojo. Si es de centro, entonces resulta que soy muy extremista
Los que me conocen un poco y me han visto en distintos ambientes, dicen que lo que pasa es que me gusta provocar y discutir. Yo, por mi parte, intento ser autocrítico (eso no es fácil, al menos para mi) y a veces me miro a mi mismo desde fuera durante esas discusiones tratando de analizar mis motivaciones. Tengo que confesar que si descubro en mi cierto gusto por la discusión, por contrastar ideas. Y por supuesto, defiendo con fuerza las mías.
Sin embargo, no impongo mi opinión por encima de todo, no intento ganar la discusión a cualquier coste. Cuando era mas joven si lo hacía, hasta que me di cuenta de que en el proceso, producía a veces heridas mucho mas profundas de lo que me proponía, heridas que a veces tardaban mucho en cicatrizar, algunas no lo hacían nunca. Y encima, a menudo dañaba a gente a la que quería. Me esforcé entonces en cambiar mi forma de discutir, a escuchar al menos el doble de lo que hablaba, a usar la polémica para buscar un acercamiento a la verdad y no para ganar el debate.
Con el tiempo lo he ido consiguiendo…creo. Igual, a base de golpes, algo de sabiduría ha ido entrando en esta cabezota mía. En cualquier caso, de las batallas que he ido ganando contra mi mismo, esta es de la que mas orgulloso me siento.
¡Uy! Que me voy por los cerros de Úbeda. Será el Jaime
El caso es que, lo que no les cuadra a mis contertulios es el no poder etiquetarme. A las personas nos viene bien etiquetar las cosas, nos ayuda a interactuar con ellas. “Esto es pan” y ya se que se puede comer. Ahora ya lo puedo etiquetar mas si quiero o lo necesito. “Esto es pan de centeno”. Las personas también se pueden etiquetar: Este es negro, este blanco, este moro. Este de derechas, este de izquierdas. Y la etiqueta lleva asociadas toda una retahíla de características que definen al producto: composición, modo de preparación, contraindicaciones
Permitir que te deslicen hacia una etiqueta es cómodo, te quita mucha necesidad de pensar. Definir tus propias características, tu propia opinión sobre las cosas, requiere adquirir conocimiento sobre ellas y, aún mas importante, dedicar tiempo a la reflexión. Si te acoplas a una etiqueta, ya tienes mucho de este trabajo hecho por otros, lo suscribes y ya está, en un momento ya tienes opinión sobre casi todo…aunque no sea verdaderamente tuya, sino de otros, en realidad.
Pero las personas no deberíamos ser etiquetables, creo yo. Somos demasiado complejos para permitir que nos metan en categorías y nos definan con facilidad. Así es como nos convierten en objetos de consumo, simplificándonos y metiéndonos en paquetes.
¡Pues no me da la gana! ¡A mi no! ¡Al menos lucharé contra ello con todas mis fuerzas!
Yo soy yo, soy Torkan (bueno, también soy Leoncio
) y si tengo que ser algo, seré torkanista (no confundir con trotskista
) Tengo mis propias opiniones sobre las cosas que considero importantes, fruto del conocimiento que sobre ellas puedo conseguir y, sobre todo, de la reflexión, de pensar sobre ellas. Coincidiré en determinadas ideas con unos y en otras ideas con otros, cambiaré mis convicciones si otros me dan argumentos convincentes, pero no aceptaré un paquete de ideas que me quieran meter. Las analizaré una a una, y sobre cada una tomaré un partido u otro.
Si por no aceptar el fardo completo de pensamientos no se me acepta en ningún grupo… que se le va a hacer. Estaré solo. Pero seré una persona, no quiero ser hormiga, no me gusta tener 6 patas, y que todas sean para trabajar en la mayor gloria de un hormiguero. Y me da igual el color del hormiguero
(La última frase se la dedico a Parallax
)